El Islam no es sólo una religión. Es una forma de vida total y completa, que proporciona orientación en todas las esferas de la existencia humana: individual y social, material y moral, jurídica y cultural, económica y política, nacional e internacional. En el Islam, pues, la política y la religión son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, la noción de fusión entre el Islam y la política ha adquirido un carácter más radical e intenso debido al auge, desde principios del siglo XX, del «islamismo» (también llamado «Islam político», «Islam radical» o «Islam activista»). Aunque sus ideas sólo son adoptadas por una pequeña minoría de musulmanes en todo el mundo, el islamismo ha tenido un impacto dramáticamente desproporcionado. Su creencia central es la construcción de un «Estado islámico», normalmente considerado como un Estado basado en la ley divina islámica, la sharia. La ideología islamista se caracteriza, entre otras cosas, por una rebelión contra Occidente y todo lo que supuestamente representa.
Se han desarrollado distintas versiones suníes y chiíes del islamismo, las primeras asociadas a las ideas relacionadas con el wahabismo y el salafismo, y las segundas a la «Revolución Islámica» de Irán. Además, pueden identificarse tendencias «moderadas» o «conservadoras» dentro del islamismo, caracterizadas por el intento de conciliar el islamismo con el pluralismo y la democracia.