La palabra «nación» se utiliza desde el siglo XIII y deriva del latín nasci, que significa nacer. En la forma de natio, se refería a un grupo de personas unidas por el nacimiento o el lugar de nacimiento. En su uso original, nación implicaba una raza de personas o un grupo racial, pero no tenía significado político. No fue hasta finales del siglo XVIII cuando el término adquirió connotaciones políticas, ya que se empezó a clasificar a individuos y grupos como «nacionalistas». El término «nacionalismo» fue utilizado por primera vez en 1789 por el sacerdote francés antijacobino Augustin Barruel. A mediados del siglo XIX, el nacionalismo era ampliamente reconocido como doctrina o movimiento político; por ejemplo, como ingrediente principal de las revoluciones que recorrieron Europa en 1848. El nacionalismo puede definirse en términos generales como la creencia de que la nación es el principio central de la organización política. Aunque el nacionalismo se ha asociado a una creencia de principios en la autodeterminación nacional, basada en el supuesto de que todas las naciones son iguales, también se ha utilizado para defender las instituciones tradicionales y el orden social establecido, así como para alimentar programas de guerra, conquista e imperialismo. Además, el nacionalismo ha estado vinculado a tradiciones ideológicas muy contrastadas, que van desde el liberalismo hasta el fascismo.