Afijo

Afijo

Hay afijos, como -ble o -mente, que pueden emplearse en cualquier caso, improvisando con ellos palabras de las que se siente una necesidad momentánea y que son legítimas, aunque no figuren en el diccionario oficial.

Esta posibilidad está limitada por la existencia de una palabra específica que exprese la misma idea; por ejemplo, sería legítimo decir indesrizable, pero no lo sería meneable, porque ya existe movible como palabra consagrada.

La formación de palabras cultas mediante la acomodación al español de raíces griegas y latinas es un recurso inagotable del lenguaje; cada vez que en la técnica o en la ciencia se hace necesario designar una cosa nueva, se acude a la raíz de la palabra clásica que expresa la idea más próxima a la de la cosa que se quiere designar y se españoliza mediante la adición de prefijos, sufijos o terminaciones usuales en español, o se une con otra u otras raíces cultas o romances. Así nacen palabras como a-diabático, des-odorante; atrop-ina, pícr-ico; piro-grabado; cromo-litografía; rodo-dendro.

El caso más frecuente, tanto en palabras de abolengo como en las de nuevo cuño, es el de adición de afijos usuales en español, sin ninguna alteración, a la raíz culta despojada de la terminación o afijos que la acompañan en el idioma original: antrac-osis, acét-ico, digit-al, dul-ía, popul-oso. Si el afijo español es de los que toman distintas vocales temáticas, la forma utilizada es la formada con a:depauperar, digit-ación, episcop-ado. (V. sufijo en este apéndice.)

Sigue en frecuencia la formación de palabras con la unión de dos raíces nominales griegas o latinas (rara vez, aunque no faltan algunas, con una de uno y otra de otro de esos idiomas, luminotecnia, matriarcado, solenoide) unidas ideológicamente mediante régimen (es igualmente raro el caso de adición ideológica como en cefalotórax). La vocal de unión es i, final del genitivo latino, para raíces latinas, falc-i-rrostro, ign-í-fugo, puer-i-cultura; y la vocal de la última sílaba del primer elemento, en la mayoría de los casos o, para raíces griegas, art-o-carpáceo, eg-o-latría, cist-i-cerco, col-e-cistitis; pero, si el segundo elemento empieza por vocal, suele asimilarse la final del primero, loran-t-áceo, nemat-elminto. Si el primer elemento es adjetivo, adverbio o preposición, la vocal intermedia es i:arch-i-diácono, atr-í-pede, brad-i-cardia, braqu-i-céfalo, cuadr-i-enal, dec-í-metro, per-i-feria; a menos que ese primer elemento tenga una vocal propia distinta, pues, en este caso, la conserva: ant-e-lucano, ant-e-poner, is-o-bárico, ort-ó-ptero.

En cuanto a la acentuación prosódica de esta clase de palabras compuestas, he aquí algunas notas:

a) Los sufijos formados por partículas suelen ser acentuados (reidor, escritura, enfermedad), aunque hay algunas excepciones.

b) Los prefijos formados por partículas son átonos en general (antinatural, preocupación). Pero hay excepciones justificadas por la etimología: por ejemplo, bímano, centímano, cuadrúmano, cuadrúpedo, que han pasado ya formados del latín, o centímetro, milímetro, etc., justificados por ser breve en latín la e de metrum (en cambio, decilitro, etc., decigramo, etc.).

c) En la unión de dos raíces se conserva el acento de la ideológicamente básica (halógeno, gamosépala). Y, si esta circunstancia no es determinable, la del segundo elemento (saprofito, glucosuria). Pero esta regla dista mucho, en ambos aspectos, de ser claramente aplicable, principalmente porque, lo mismo que en el caso de los prefijos constituidos por partículas, razones etimológicas, no asequibles al lector profano, la alteran constantemente; por tanto, no hay más remedio que, en caso de duda, consultar el diccionario.

Fuente: Diccionario María Moliner de uso del español