Glosario

Concepto de Glosario

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¿Qué es, Qué Significa y Cómo se Define Glosario?

Un glosario es un diccionario especializado que proporciona definiciones breves y básicas relacionadas con una disciplina o un lenguaje específicos. Las nuevas disciplinas desarrollan su propio lenguaje, jar gón, conceptos y términos que pueden no resultar familiares a cualquier estudiante o erudito que se acerque a estos diversos campos por primera vez. En la actualidad existen muchos glosarios para disciplinas discretas, pero para comparar cómo se utiliza la terminología en diferentes campos del quehacer académico, el estudiante debe realizar una búsqueda exhaustiva a través de muchos volúmenes para encontrar incluso una simple comparación.

En un glosario moderno, el estudiante dispone de un compañero de referencia germano para todas las disciplinas, que situará el desarrollo de los conceptos en su contexto histórico adecuado y fomentará la comprensión de cómo funcionan estas disciplinas. Es cierto que no se incluyen todos los términos, generalmente, cuando se desea mantener la obra en un solo volumen como un cómodo vademécum, o una biblioteca de referencia inclusiva en un solo volumen. Para ello, se hacen las entradas breves, de 50 a 425 palabras. Generalmente, los términos están organizados de la A a la Z. En algunos casos, los términos tienen definiciones y aplicaciones diferentes según la disciplina que representen. En estos casos, es útil enumerar varias definiciones y hemos indicado qué disciplinas corresponden a cada definición.

Un glosario no es una enciclopedia, ni pretende serlo. Tampoco es un diccionario con entradas breves de una sola línea. Muchas veces, un glosario moderno se sitúa entre ambos, con el contenido suficiente para llevar al lector a comprender su contenido y para estimular la investigación posterior. Los conceptos de muchas ciencias (incluidas las ciencias sociales) se han especializado tanto a lo largo de los años que se ha intentado, algunas veces, seguir el objetivo de Samuel Johnson expuesto en el prefacio de su gran diccionario (publicado en 1755): «Interpretar una lengua por sí misma es muy difícil; muchas palabras no pueden explicarse por sinónimos, porque la idea significada por ellas no tiene más que un apelativo; ni por paráfrasis, porque las ideas simples no pueden describirse. … Para explicar, se requiere el uso de términos menos abstrusos que aquello que se quiere explicar, y tales términos no siempre se pueden encontrar; pues así como nada se puede demostrar sino suponiendo algo intuitivamente conocido, y evidente sin prueba, así nada se puede definir sino mediante el uso de palabras demasiado llanas para admitir una definición» (p. 5). Un glosario moderno puede proporcionar precisamente esas explicaciones generales, que pueden ser comprendidas por el lector inteligente, el estudiante o el académico que se acerca a una disciplina por primera vez o que necesita un repaso sobre el uso más reciente de un término.

Uno de los grandes glosarios de la lengua latina, el Glossarium mediae et infimae latinitatis,fue compilado por Charles du Fresne, sieur du Cange en 1678, para comprender el latín medieval de crónicas, cartas y otros documentos. Muchas de las palabras latinas utilizadas en la Edad Media no se corresponden con el latín clásico o tienen variaciones de significado respecto al latín de Vergilio y otros escritores de los que se aprende el latín en el instituto y la universidad. Conocido simplemente como Ducange, esta obra en 10 volúmenes explica en buen latín clásico cómo las palabras del latín medieval difieren considerablemente de sus raíces clásicas y cómo podríamos malinterpretar en gran medida importantes materiales de fuentes primarias al confiar en nuestro conocimiento de las lenguas clásicas. Du Cange fue uno de los primeros glosadores en estudiar el desarrollo histórico de las lenguas, y su obra es una guía indispensable para comprender el uso del latín en los documentos y textos medievales. Cuando tuvimos que recurrir al francés antiguo, contamos con Jean Baptiste de La Curne de Sainte-Palaye, que en el siglo XVIII elaboró el Glossaire de la langue frangaise en varios volúmenes. También debemos mencionar que la mayoría de los manuscritos medievales utilizaban una especie de taquigrafía para facilitar a los escribas la copia de los textos. En las ciudades universitarias de la Edad Media existía un sólido mercado de libros de texto, y los escribas tenían que reproducir numerosos ejemplares para satisfacer la demanda. También los primeros impresores, como Gutenberg en su gran biblia de 1455, siguieron la tradición manuscrita y utilizaron abreviaturas latinas similares. ¿Cómo interpretarlas? Para la investigación paleográfica, nuestra guía práctica era el Dizionario di abbreviature latine, o el Lexicon abbreviaturarum (1912) de Adriano Capelli, que explica qué símbolos significan las letras que faltan en una obra escrita o impresa. Estas compilaciones eruditas eran producto del pensamiento de la Ilustración que intentaba resumir todo el conocimiento en ambiciosas obras de varios volúmenes o, como en el caso de Capelli, mostrar cómo leer realmente obras anteriores. Lo más importante es que los eruditos no podían avanzar en sus búsquedas intelectuales sin el uso de herramientas de referencia tan fiables.

Los compiladores y eruditos textuales de la Ilustración seguían una vieja tradición, al aplicar herramientas críticas a la interpretación de palabras y conceptos. Podemos remontarnos muchos siglos atrás a obras como las famosas Etimologías de Isidoro de Sevilla de principios del siglo VII, que pretendían resumir todo el conocimiento conocido, a veces en descripciones fascinantes e ingenuas. La obra en 20 volúmenes de Isidoro es una combinación de enciclopedia, glosario y diccionario e inspiró numerosas enciclopedias medievales, como la De rerum naturis de Rabanus Maurus, del siglo IX, y el Speculum naturale de Vincent de Beauvais, del siglo XIII. La mayoría de estas obras medievales se compilaron ipsa verba a partir de fuentes clásicas y de otro tipo y, en muchos casos, eran recopilaciones de extractos de obras anteriores (a veces incluso cercanas a la florilegia [antologías o extractos de otras obras sobre un tema]), con escasa fundamentación de los hechos o las fuentes y sin ningún análisis crítico. Estos escritores se limitaban a basarse en las obras de otros. Los eruditos de principios de la Edad Moderna y de la Ilustración sopesaron las fuentes, y los editores y autores se dedicaron a su trabajo de la manera científica que entonces ganaba ascendencia. En este sentido, comprobaron el uso histórico e intentaron validar las fuentes. Basta pensar en eruditos textuales como el sacerdote italiano del siglo XV Lorenzo Valla, que expuso la Donación de Constantino, en la que los papas medievales basaban sus pretensiones al poder temporal, como una falsificación definitiva mediante la prueba lingüística de términos latinos anacrónicos.

La acuñación de nuevos términos en la ciencia y otras disciplinas sigue el modelo de uso lingüístico de la Europa moderna temprana, cuando científicos y académicos como Isaac Newton aún redactaban sus libros en latín. Newton, en el Philosophiae naturalis principia mathematica (1687), y Jophannes Kepler, en su Astronomía nova (1609), tuvieron que describir fenómenos con palabras latinas cuyos significados eran diferentes a los de la época romana o que no existían entonces. ¿Cómo se iban a explicar los fenómenos astronómicos o el cálculo en términos que ni siquiera se pensaban en la época romana del buen latín ciceroniano? Dado que el latín sólo se hablaba y se escribía en ámbitos eclesiásticos o intelectuales, los términos científicos explicativos tenían que improvisarse o crearse. Las adiciones culturales fueron sometidas al mismo proceso, como ocurre hoy en día en muchas lenguas.

Un glosario moderno es tanto más necesario para la comprensión de los conceptos cuanto que las ciencias de todo tipo son disciplinas, viejas o relativamente nuevas, pero suelen tener en común que gran parte de la jerga utilizada en la investigación y el mundo académico ha adquirido una gran variedad de significados diferentes.

Es la importancia de comprender los diferentes usos, recepciones e interpretaciones de los conceptos lo que explica algunos de los grandes glosarios modernos, y quizás siguen la tradición de la Ilustración de resumir los conocimientos conocidos sobre el uso conceptual especializado en cada disciplina. Uno de los primeros glosarios en lengua inglesa, la Glossographia de Thomas Blount de 1656, definía las palabras especializadas introducidas en la lengua inglesa procedentes de otras lenguas y disciplinas. Blount comentó que tenía problemas para entender estas nuevas palabras y que su Glossographia allanaría el camino a otras personas que leyeran obras de ciencias como la geometría, las matemáticas, la arquitectura y otras. Blount también proporcionó etimologías de palabras, siendo uno de los primeros en hacerlo en inglés.

Autor: ST

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