La palabra «anarquía» proviene del griego anarkhos y significa literalmente «sin reglas». El término «anarquismo» se utiliza desde la Revolución Francesa, y se empleó inicialmente en un sentido crítico o negativo para implicar una ruptura del orden civilizado o predecible. En el lenguaje cotidiano, la anarquía implica caos y desorden. Ni que decir tiene que los propios anarquistas rechazan ferozmente estas asociaciones. No fue hasta que Pierre-Joseph Proudhon declaró con orgullo en ¿Qué es la propiedad? (1840), «Soy anarquista», que la palabra se asoció claramente con un conjunto positivo y sistemático de ideas políticas. La ideología anarquista se define por la creencia central de que la autoridad política en todas sus formas, y especialmente en la forma de Estado, es mala e innecesaria. Por lo tanto, los anarquistas buscan la creación de una sociedad sin Estado mediante la abolición de la ley y el gobierno. Desde su punto de vista, el Estado es malo porque, como depositario de la autoridad soberana, obligatoria y coercitiva, es una ofensa a los principios de libertad e igualdad. El anarquismo se caracteriza, pues, por una oposición de principio a ciertas formas de jerarquía social.